La ardilla en el calvero

Hoy por la mañana he jugado al escondite con una ardilla - contaba a la hora del desayuno uno de los comensales en el albergue donde pasábamos las vacaciones -. ¿Recuerdan ustedes el calvero circular del bosque con un abedul solitario en el centro'? Para ocultarse de mí, una ardilla se había escondido tras ese árbol. Al salir del bosque al claro, inmediatamente he visto el hociquito de la ardilla y sus vivaces ojuelos que me miraban fijamente detrás del tronco. Con precaución, sin acercarme, he empezado a dar la vuelta por el contorno del calvero, tratando de ver al animalillo.
Cuatro vueltas he dado alrededor del árbol, pero la bribona se iba retirando tras del tronco en sentido contrario, sin enseñarme más que el hociquillo. En fin, no me ha sido posible dar la vuelta alrededor de la ardilla.
- Sin embargo - objetó alguien -, usted mismo ha dicho que dio cuatro veces la vuelta alrededor del árbol.
- Alrededor del árbol, sí; pero no alrededor de la ardilla. - Pero la ardilla, ¿no estaba en el árbol? - ¿Y qué?
- Entonces usted daba también vueltas alrededor de la ardilla.
- ¿Cómo, si ni siquiera una vez le pude ver el lomo?
- ¿Pero qué tiene que ver el lomo? La ardilla se halla en el centro, usted marcha describiendo un círculo, por lo tanto anda alrededor de la ardilla.
- Ni mucho menos. Imagínese que ando junto a usted describiendo un círculo, y que usted va volviéndome continuamente la cara y escondiendo la espalda. ¿Diría usted que doy vueltas a su alrededor?
- Claro que sí. ¿Qué hace usted si no?
- ¿Le rodeo, aunque no me encuentre nunca detrás de usted, y no vea su espalda?
- ¡La ha tomado usted con mi espalda! Cierra el círculo usted a mi alrededor; ahí es donde está el intríngulis, y no en que me vea o no la espalda.
- ¡Perdone! ¿Qué significa dar vueltas alrededor de algo?
- A mi entender no quiere decir nada más que lo siguiente: ocupar sucesivamente distintas
posiciones de modo que pueda observarse el objeto desde todos los lados. ¿No es así, profesor? - preguntó uno de los interlocutores a un viejecillo sentado en la mesa.
- En realidad, est n ustedes discutiendo sobre palabras - contestó el hombre de ciencia -. En estos casos hay que empezar siempre por lo que acaban de hacer; o sea, hay que ponerse de acuerdo en el significado de los términos. ¿Cómo deben comprenderse las palabras "moverse alrededor de un objeto"? Pueden tener un doble significado. En primer lugar, pueden interpretarse como un movimiento por una línea cerrada en cuyo interior se halla el objeto. Esta es una interpretación.
Otra: moverse respecto a un objeto de modo que se le vea por todos los lados. Si aceptamos la primera interpretación, debe reconocer que ha dado usted cuatro vueltas alrededor de la ardilla.
Manteniendo la segunda, llegamos a la conclusión de que no ha dado vueltas a su alrededor ni una sola vez.
Como ven ustedes, no hay motivo para discutir, si ambas partes hablan en un mismo lenguaje y comprenden los términos de la misma manera.
- Eso está muy bien; puede admitirse una interpretación doble. Pero, ¿cuál es la justa?
- La cuestión no debe plantearse así. Puede convenirse lo que se quiera. Sólo hay que preguntarse cuál es la interpretación más corriente. Yo diría que la primera interpretación es la más acorde con el espíritu de la lengua, y he aquí por qué. Es sabido que el Sol da una vuelta completa alrededor de su eje en 26 días...
- ¿El Sol da vueltas?
- Naturalmente, lo mismo que la Tierra alrededor de su eje. Imaginen ustedes que la rotación del Sol se realizara más despacio; es decir, que diera una vuelta no en 26 días, sino en 365 días y 1/4; o sea, en un año. Entonces el Sol tendría siempre el mismo lado orientado a la Tierra y nunca veríamos la parte contraria, la espalda del Sol. Pero, ¿podría entonces afirmarse que la Tierra no daba vueltas alrededor del Sol?
- Así, pues, está claro que a pesar de todo yo he dado vueltas alrededor de la ardilla.
- ¡Señores, no se vayan! - dijo uno de los que habían escuchado la discusión -. Quiero proponer lo siguiente. Como nadie va a ir de paseo, lloviendo como está, y por lo visto la lluvia no va a cesar pronto, vamos a quedamos aquí resolviendo rompecabezas. En realidad, ya hemos empezado. Que cada uno discurra o recuerde algún rompecabezas. Usted, profesor, será nuestro árbitro.
- Si los rompecabezas son de álgebra o de geometría, yo no puedo aceptar - declaró una joven.
- Ni yo tampoco - añadió alguien más.
- No, no; deben participar todos. Rogamos a los presentes que no hagan uso ni del álgebra ni de la geometría; en todo caso, sólo de los rudimentos. ¿Hay alguna objeción?
- Ninguna - dijeron todos -. ¡Venga, vamos a empezar!
Última modificación: lunes, 2 de enero de 2012, 19:17