TIPOLOGÍA CERAMICA EMBERA ACTUAL

TIPOLOGÍA CERAMICA EMBERA ACTUAL

Ya se ha planteado antes que la cerámica embera ha sufrido transformaciones en cuanto a su variedad. Pero éstas siguen direcciones opuestas según el sitio de su ocurrencia. En los núcleos de población que viven directamente sobre los ríos San Juan y Garrapatas y sus afluentes se observa un empobrecimiento, una disminución de los tipos de alfarería que se fabrican; en zonas de contacto estrecho con blancos y cercanas a los pueblos (como Mistrató y Pueblo Rico, ambas en el Chamí) aparecen nuevos tipos para adecuarse a los mercados que tales pueblos representan.

De este modo, en las zonas propiamente indígenas es posible encontrar algunas vasijas muy viejas y que ya no se fabrican; o alfareras que recuerdan el modo de fabricar ciertos recipientes que hace años no producen porque ya no se utilizan; no se encuentra tampoco ningún ejemplar de ellos.

Frente a la situación descrita, en las zonas de contacto se fabrican elementos que los blancos solicitan, encargan y usan, pero que los indígenas, aún sus fabricantes, no emplean, pues no encajan dentro de sus costumbres y forma de vida.

Por tal motivo se diferenciarán uno y otro tipo de elementos. Otro criterio, el que sirve de base a nuestra tipología, es el de las diferenciaciones que hacen los indígenas mismos al asignar nombres distintos a vasijas de forma y/o función diferentes.

Así, se distinguirán los siguientes tipos:

1. Tradicionales y empleados aún: a) u, cántaro para tostar el maíz, convirtiéndolo en crispeta: b) kuru, cántaro para cocinar mazamorra de maíz, tiene una variedad que es el kurkuru; c) chokó, para fuertiar la chicha; una variedad más pequeña es el chokochaké.

2. Formas tradicionales casi desaparecidas y sin nombres indígenas en la actualidad: a) tacitas, especies como de cuencos; b) copas, en forma de doble cono unidos por el vértice; c) ollitas con formas diversas, pero esencialmente similares a ollas como su nombre lo indica.

3. Nuevos (ninguno tiene nombre indígena): a) cayanas, planas y de paredes bajas ligeramente curvas y bordes rectos, empleadas para asar arepas, algunos indígenas las emplean con idéntica finalidad, b) materitas, de paredes rectas y forma de tronco de cono invertido y con agujeros en el fondo; c) hornos, para asar arepas con carbón como combustible, se complementan con una parrilla de alambre que se coloca sobre su borde; d) ollitas para matas, similares a las ollitas que usan los indios pero con bases perforadas; e) ceniceros, similares a las naves aquilladas de origen arqueológico y conocidas en la región, tienen dos divisiones internas en cruz, formando cuatro compartimientos; f) velones o candeleros, de dos bocas como algunos chokó y ambas con decoración antropomorfa; g) ollas para cocinar o guardar carne, se parecen a los kuru pero tienen paredes más rectas, algunas tienen una tapa conformada por una lenteja o arepa circular con una protuberancia central que sirve como agarradera; en 1945, Reichel citaba estas tapas como pertenecientes a las vasijas indígenas (op. cit.: 429); si ello es así en la actualidad, no fue posible observarlo; siempre se las encontró asociadas a ollas para el mercado blanco.

Se tiene, pues, un total de 13 tipos de vasijas distintas, de los cuales 6 corresponden a formas tradicionales; tres de ellos han caído en desuso. La cayana, una de las formas nuevas, podría ser también de tipo tradicional en el pasado y hoy en desuso entre los indígenas, igual podría ocurrir con algunas de las ollas que se venden a los blancos. Los velones y ceniceros son hechos exclusivamente por una artesana de Pueblo Rico, los hornos por una de Mistrató.
En la zona del Garrapatas no aparecen formas nuevas ni se venden objetos cerámicos a los blancos; allí, además, los kuru están cayendo poco a poco en la categoría de formas antiguas en desuso. Se da el caso de que algunas personas los confunden con los chokó al denominarlos en lengua embera.

A continuación se describirán en detalle los 13 tipos.

Constituyen con mucho los más importantes productos de la actual alfarería embera-chamí en lo que se refiere al volumen de su fabricación y, por supuesto, a lo extenso de su uso, más amplio por cierto en la zona del Garrapatas que en la del Chamí, en donde la paulatina desaparición del consumo del maíz ha ido reduciendo la necesidad de emplearlo. Los indígenas diferencian dos sub-tipos principales, distinguidos por la forma general; se trata de los u mukira y los u uera, es decir, masculino y femenino respectivamente.

Los primeros son más o menos doblecónicos, con las bases menores en la boca y la base del cántaro y con paredes apenas ligeramente curvas, el diámetro máximo no es demasiado pronunciado y se ubica cerca a la mitad de la altura o ligeramente hacia la boca, unos pocos lo tienen un tanto corrido hacia la base. Los informantes dicen que se caracterizan por carecer de una "barriga" muy pronunciada. Si bien esta es la forma más general, algunos de ellos son elipsoidales y aún ovoidales. Para ejemplos de distintos u mukira, ver fotos Nos. 37: Cántaro U con la boca tapada con el iuta. Jebanía, Garrapatas, y 38: U mukira con borde dentado. Río Machete, Garrapatas, vereda Guajira, y dibujos Nos. 1 al 17.

Los segundos son de cuerpo más o menos globular u ovoidal muy pronunciado. Todos se caracterizan por un gran abultamiento en el sitio de su máximo diámetro, ubicado bastante bajo en muchas ocasiones, pero en otras cerca de la mitad de la altura (ver fotos Nos. 39: U uera femenino colocado sobre tres piedras en el fogón, en posición de usarse para reventar el maíz, 40: U uera con el diámetro máximo hacia la parte inferior. Bañando en rojo, Pueblo Rico, Chamí, y 41: U uera remendado. El diámetro máximo en la mitad inferior. Vereda Grecia, Garrapatas, y dibujos Nos. 18 a 40).

Sin embargo, hay una gran variedad y, sobre todo, una gran irregularidad en la silueta de los u. A la gran mayoría de las ceramistas se les dificulta mantener una silueta regular y aparecen cántaros con notables deformaciones (ver foto No. 34 y dibujos Nos. 10 y 12), o que no se ajustan a las formas básicas y aún los mismos indígenas vacilan en calificarlos como masculinos o femeninos (ver foto No. 42: Cántaro de la quebrada Murciélago, Garrapatas. Difícil de clasificar; su dueña lo consideró femenino), aunque al final siempre prima el criterio de si tienen o no una barriga pronunciada, siendo femeninos los primeros y masculinos los segundos. No se encontraron razones para preferir uno u otro ni regularidades que pudieran permitir formular una hipótesis al respecto. Lo que sí es claro es que, dada su forma de utilización, los femeninos tienen una capacidad mucho mayor que los masculinos de similar altura.

Los cuellos y bordes ofrecen una gran variedad. Los hay con cuellos largos y cortos y aún sin ellos, arrancando el borde directamente del cuerpo (ver dibujos Nos. 30, 32 y 33); pero priman los cuellos cortos. Los bordes son casi todos más o menos evertidos; las excepciones son de borde recto y parecen ser anómalos pues dificultan mucho el tostado del maíz. Por encima pueden ser planos, pero pueden presentar un bisel hacia adentro o hacia afuera. Hay algunos ondulados, pues tienen una decoración marcada presionando la yema del pulgar por encima o pellizcando con el pulgar por encima y el índice por debajo. No es infrecuente que la altura del borde sea ondulada o causa de la irregularidad de su fabricación o que el perímetro no sea homogéneo, dándose diversos diámetros. Así la tendencia es a que sean circulares. En un caso, la boca, y por lo tanto también el borde, eran claramente ovalados. En otro caso único, el borde era sobrepuesto a la boca. Como norma común, si el cántaro presenta decoración, ésta se ubica en el borde.

También la base es objeto de variaciones en un amplio rango. Algunos no tienen base, siendo redondeados por la parte inferior, en consecuencia no logran pararse solos, teniendo que ser guardados acostados sobre su "barriga", recostados en una esquina contra las paredes, dentro de un canasto o sobre una base especial tejida en hoja de plátano o formada por dos o tres plátanos que den la curvatura del cántaro y lo sostengan (ver foto No. 43: U uera del río Claro, Garrapatas).

Otros tienen una base muy pequeña y, además, de superficie muy irregular, siendo igualmente difícil que se tengan en pie. Finalmente, algunos tienen una base de diámetro mayor y superficie plana y lisa, pudiendo sostenerse sobre ella con facilidad (ver foto No. 44: Cántaro muy grande y sin decoración. Su forma es similar a la de los u uera. Vereda Santa Marta, Mistrató, Chamí).

De todos modos, el problema de la base tiene relevancia únicamente respecto al modo de guardarlos cuando no están en uso. Para tostar el maíz, los u se colocan acostados, con su "barriga" descansando sobre tres piedras dispuestas en triángulo encima del fogón (ver foto No. 45: Forma de utilización de los u. Río Claro, Garrapatas), a veces totalmente horizontales, a veces con la boca ligeramente levantada. La leña se mete por debajo entre las piedras.


Última modificación: sábado, 19 de marzo de 2011, 14:45